XIV Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


PROMESA CUMPLIDA

Guillermo María Amate Sanchez

El tercer cántico a San Fermín le sorprendió estirando y dando los últimos saltos de calentamiento. Agarró fuerte el periódico y braceando, sumó su voz a las del coro de mozos que, en dos minutos, correrían como él los casi novecientos metros del encierro.
Veinte años de litúrgica emoción en las mismas fechas; veinte años desde que, con los quince cumplidos, completó el recorrido por primera vez. Prometió al santo patrón ese día hacerlo cada año no importa donde estuviera y ni la lejanía de sus exóticos destinos profesionales le ha impedido cumplir su palabra. Y ahora Washington se disponía a ser, por segundo año consecutivo, testigo de su promesa.
Ayer midió con una app de su smartphone los ochocientos setenta y cinco metros que se apresta a correr. Y por supuesto, atravesará en plena carrera Merchants Street con la esperanza de que ningún policía lo detenga en pleno sprint a las 2 a.m. Sería una mancha en el currículum del Agregado de la Embajada.
¡¡¡…goráaaa!!!
El último cántico ha terminado. Tras asegurase la faja y besar el pañuelico rojo, se ajustó los auriculares del teléfono móvil a la espera de oír, a través de la emisora conectada, el chupinazo de salida.

 

JAMÁS PODRÁN

Gustavo Ernesto Rodríguez Itriago

Era un americano grande lleno de curiosidad, un desconocido reportero que recorría impresionado en aquel verano de 1923 un pueblo enmarcado entre las montañas de Navarra.
Sin proponérselo encontró un lugar donde además de en la guerra, se conjugaban la vida intensa que pende de un hilo y la muerte iracunda que solo puede inflingir una bestia en su huida.
Si primero fue García Lorca a quien el rojo y la sangre le encendió la hispanidad, ese sentimiento también contagió América y si el atavismo unificador fue la eternidad de una vivencia compartida, será la hoja en blanco y la tinta el engrudo donde se hermanarán lo español y lo americano, proclamando a los cuatro vientos que jamás harán por Pamplona lo que Pamplona hizo por ellos. 

SAN FERMÍN ENCIERRO EN MAR DEL PLATA

Gustavo Sergio Olaiz

Los toros del encierro original, bravíos, media tonelada, con cuernos. Los locales livianos, mochos, capados y más buenos que Lassie.
Uno, que incluso tiene ancestros de Navarra, no sabía nada pero dentro de lo poco que sabía es que podrían sufrir en el encierro los humanos no los animales, no habiendo en la ciudad plaza de toros alguna. Tres cuadras de encierro, cuatro novillitos mochos corriendo entre algunos entusiastas.
Hasta la Brigitte Bardot protestó.
Animalistas, jueces y políticos arremetieron contra el San Fermín vernáculo. Prioridad los cuadrúpedos. No se hablaba de otra cosa.
Los animalistas intentaban ponerse adelante para impedir todo. Uno se aferró a la manga por donde debían bajar los animales. Otro se lo oyó declarar que los animales sufrían el frío en el camión jaula (como si viviesen en el Sheraton). Todo exagerado, decadente.
El encierro descafeinado y patético. Iba a derivar en el futuro en un encierro sin animales, desvirtuado por completo.
Llena la plaza, mirones subidos a los árboles pelados del invierno. .
Estos escasos recuerdos son los que el Alzheimer me permite. Hubo un puñado de encierros pero el recuerdo es uno sólo.
Ha pasado cuarto de siglo del desembarco americano del encierro, hoy en día sería peor.