XIV Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


EL CUBO SANFERMINERO QUE NUNCA FUE A LOS TOROS

Idoia Planillo Valencia

6 de Julio. Chupinazo en el Ayuntamiento y anarquía en casa. Mi madre no riñe en 9 días. Ha colocado un cubo blanco enorme en la entrada, con agua y lejía, y sólo nos pide que metamos ahí toda la ropa, incluidas las deportivas, antes de irnos a la cama. Yo creo que lo que a ella le gustaría es que nos metiéramos nosotros enteros y sin desnudar en el “cubo milagroso”, pero no se atreve a decirlo. No se cómo lo hace, pero te levantas y aparece toda tu ropa blanca impoluta, extendida sobre la silla de tu cuarto. Y yo me pregunto… ¿Será ella…o tendrá poderes el cubo? A qué le ha robado la marmita mágica a Astérix y Obélix…
Avanza la semana y el cansancio se va notando en nuestros cuerpos. Todos empezamos a perder fuerzas. Bueno…todos menos la maga y su enorme cubo blanco que no flaquean ni por asomo.
14 de julio. Ahora es el cubo el que desaparece por arte de magia. La súper hechicera acaba con la anarquía. ¡Pobre de mi…!
 

CORRER

Ignacio Hormigo De La Puerta

Van a dar las ocho. Los cánticos llenan el aire y noto como un escalofrío recorre mi piel. El corazón me bulle en el pecho, alborotado como un pájaro furioso que agitara sus alas intentando escapar de su jaula. Observo a los otros corredores aguardar alerta, los músculos en tensión, la electricidad contenida a duras penas en nuestros cuerpos a punto de explotar. Nos miramos a los ojos y nos reconocemos como iguales, sabemos que nos une algo imposible de expresar con palabras, una emoción que nos hermana y que nadie que no esté aquí y ahora podrá llegar nunca a comprender. Sentimos crecer en nosotros el deseo de correr, correr por el puro placer de hacerlo, por comprobar que el aire se abre obediente a nuestro paso, impelidos por una voluntad inquebrantable de devorar un metro tras otro sin buscar otra compensación en ello que la de sentirnos más vivos. Un cohete estalla y, de repente, somos uno, un río que fluye imparable Santo Domingo arriba. El mundo desaparece a nuestro alrededor y ya no queda nada salvo la enorme dicha de ser parte de esta danza y el dejarnos llevar por la indómita música de nuestras pezuñas al percutir contra el asfalto. 

A TRAVÉS DE LOS SUEÑOS

Ignacio Cortina Revilla

Otra vez me asalta la misma pesadilla: el toro que tiene por ojos dos luces rojas, ardientes como las calderas del infierno, se aproxima a toda velocidad. Quiere embestirme y derramar mi sangre, sin miramientos, antes de alcanzar la arena de la plaza. Me odia a muerte. Ya se me echa encima, no logro apartarme a tiempo. Cierro los ojos. Es entonces, al sentir el asta abrirse camino dolorosamente en mi carne, cuando me despierto entre gritos.
La oscuridad envuelve la habitación con su manto, como cada noche, y nada perturba la calma. Entonces miro al fondo de la habitación y descubro las dos malignas luces rojas que me observan desde la puerta.