XIV Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


NO ME APETECE

José Francisco Alenza

No me apetece volver a lo de siempre. Los abrazos y besos con conocidos y con desconocidos. Los desmesurados almuerzos, las desproporcionadas meriendas y las excesivas cenas. La infinita música y los interminables bailes, con y sin alpargatas.
Me cansan los madrugones para ver los encierros. Me agota bajar a los corralillos a esperar el indeterminado comienzo del encierrillo. Estoy cansado de las apreturas del apartado. Y todavía más cansado de las noches que permutan de “ver los fuegos y a casa” a “nos tomamos la última y pillamos algo para desayunar en la plaza”. Los gigantes ya no me sorprenden y los cabezudos me molestan.
No creo que me vuelva a emocionar con los momenticos de la procesión. No creo que el riau-riau y el estruendo vuelvan a interesarme. No creo que la Pamplonesa toque como antes. Ni creo que las peñas animen la corrida.
No me apetece. Estoy cansado. No creo.
Pero ahí estoy. En el centro de la plaza y mirando el balcón. Vestido de blanco, empapado de champán y de sudor, con el pañuelo extendido y gritando “Sanfermín-Sanfermín”. Con las pulsaciones desbocadas y la piel de gallina esperando el estallido con el que todo vuelve a comenzar. 

Y LLEGA UN AÑO MÁS

Jose Ignacio Diaz Lucas

6 de julio, temprano, zapatillas blancas, vetustas pero impolutas, calcetines para que no se produzcan rozaduras durante el largo día; sobre la cama, frente al armario: pañuelo rojo y roja faja, camiseta blanca, así empieza, veremos cómo termina el día 14, tras varios lavados. Pantalones blanco nuclear, el bajo doblado dos cuartas para evitar que la suciedad lo impregne y los convierta en inservibles. Nervios a flor de piel, pelos de punta, arañazos en el estómago que suben hasta la garganta y dificultan beber o comer. Mirada al reloj, se acerca la hora. Dinero en el pantalón, sin cartera, para no perderla. Llaves colgando del cuello, tintineando al andar. Gafas de sol rojas, compradas a algún vendedor ambulante, así como pulseras de fiestas de años anteriores, a la espera de ser reemplazadas este. Teléfono móvil, uno viejo perdido en el cajón, sin grandes funcionalidades y al que la batería le dura escaso tiempo. Servirá.
¡Ring! Suena el despertador. Hora de levantarse. Todo lo que estaba en mi cabeza comienza a tomar forma. Comienza la fiesta.
 

GORRIZ ETA TXURIZ

Jose Javier Elizalde Urtasun

Nerabe bat bezala sentitzen nintzen. Zoriontsu, batetik, urduri ere bai, bestetik. Halaber, aitortu beharra dut, beldur pixka bat ere somatu somatzen nuela. Festaren “usaina” nabarmena zen. Musika doinuek, alaitasun erauntsi baten modura, ederki zipriztintzen zuten oro. Bapo afaldu ostean, nire gauzekin hausnarrean, jendea karriketan barna pasatzen ikusten jardun nuen. Gorriz eta txuriz jantzirik, berritsu, saltoka, algaraka, horditurik, musuka… Aurreko paretan “gudarik ez” eta “osasun langileok txaloekin ez dugu nahikoa” idazkiak irakur zitezkeen.
Tupustean, ostotsa. Euria. Erromako zubia. Zarata handia izan arren, ongi aski entzun nezakeen uraren pol-pola espaloietan barrena. Gorriz eta txuriz. Zorua bustirik, jendea ere bai. Aitzitik, euriak hauei bost!

Bat-batean, eztanda moduko baten ondoren, denak lasterka. Ni ere bai. Bultzaka egiten gintuzten atzetik. Kolpeak, urduritasuna, garrasiak. Denak bide beretik ezin igaro! Eromena. Balkoiak lepo. Oihuak, irristadak, itxitura borobil handi batera iritsi ginen arte.

Kito. Den-dena arras bitxia nahiz zirraragarria ni bezalako zezen gazte batek “uler” zezan.