El calendario del encierro.
Ni el de Pirelli ni el del Ayuntamiento. Este año el calendario más preciado y solicitado va a ser El Calendario del Encierro.
ENERO. Corralillos y primer tramo de la Cuesta de Santo Domingo.
Reunidos en pleno invierno para iniciar el festejo. Abrigados hasta los topes para combatir el frio. Lanzando cánticos para entrar en calor. Todos juntos. Toros, cabestros, corredores, pastores, dobladores y hasta los espectadores. Desesosos de escuchar el ruido anunciador. Paciencia. Todo llega. Suena el cohete. Suenan las campanadas. Comienza el encierro. Comienza el año. Empieza la mítica cuesta arriba. Subida de Triple Corona. Regia. Majestuosa. Que nadie se desOriente, pinta que va a ser duro llegar al final. Como a fin de mes.
FEBRERO. Segundo tramo de la Cuesta de Santo Domingo.
La carrera coge velocidad. La manada se estira un pelín, acontece San Valentín. Y de buenas a primeras aparece el adoquín. Sigue la cuesta. Sigue el esfuerzo. Sigue el sacrificio. Conviene recordar que a fin de mes toca pagar la Visa de las compras navideñas y no suelen ser cornada minuta. Los años bisiestos se presencian escenas con tremendos arrestos.
MARZO. Plaza del Ayuntamiento.
La primavera la sangre altera. No sólo eso. Altera el recorrido. Altera la recta y la hace curva. Y se van la acera y el mal de altura, pues termina la cuesta y comienza la llanura. Altera también la idea de la conducción en el pelotón: el hacerlo por la parte derecha pasa a ser sinónimo de colisión. Y por alterarse, se altera hasta la hora, por aquello del ahorro energético. Como veis, mucho descuadre en el mes del Día del Padre. Menos mal que nuestas Javieradas permanecen inalterables.
ABRIL. Primer tramo de la calle Mercaderes.
Aguas mil, aunque quepan en un barril. Estrecho carril. Trampa ratonil. La patata se pone a mil.
MAYO. Segundo tramo de la calle Mercaderes.
Mes florido. Rosas rojas. Claveles blancos. Día de la Madre. Menudo desmadre. Graduaciones y demás celebraciones. Multitud de bautizos, florecen los corredores cenizos. Multitud de comuniones, atentos, permanecer en fila que van a darse hostias de las buenas. Multitud de bodas, espectaculares revolcones sin protecciones que anuncian la pronta llegada de la curva deseada.
JUNIO. Curva de Mercaderes.
Hora de estudiar. Tiempo de exámenes y demás reválidas. Entre las muchas asignaturas se estudian la matemática de la curva, la arquitectura del vallado, la química del antideslizante. la mecánica de la fuerza centrífuga y el arte de los aplastamientos. Esquirlas de pitones y astillas de tablones arden en las Hogueras de San Juan. La extra no va a tardar en fundirse.
JULIO. Primer tramo de la calle Estafeta.
Estío. Verano. Sube la temperatura. Sube la calentura. Sube la bebedura. Se celebran los Sanfermines. Sale el sol todos los días. Pamplona luce radiante. Más bonita que nunca. Más hermosa que ninguna. Y para homenajear la llegada de nuestra fiesta más universal la carrera enfila nuestra calle más internacional. Pegados a la pared derecha se concentra mucho vago, ya no queda nada para Santiago.
AGOSTO. Segundo tramo de la calle Estafeta.
Bochorno. Canícula. Nos vamos de vacaciones. Volar por los aires nunca ha sido tan barato. Masificación total. Codazos, empujones, apretones y demás empellones para coger el mejor sitio entre las astas de los toros y muchas carreras divinas para lograr colocar la hamaca y la sombrilla en la primera línea de playa.
SEPTIEMBRE. Tercer tramo de la calle Estafeta.
Otoño is coming. Ventolera. Las hojas de los periódicos se agitan sin parar. Es el stress postvacacional. Abundan las castañas. De todo tipo. Pisotones, tropezones y moratones están a la orden del día. Las fieras, algo cansadas, bajan las revoluciones y comienza el trote. Pero trote del bueno. Vuelta al cole. Vuelta a las extraescolares. Vuelta al curro. Vuelta a la rutina. Vuelta a la normalidad.
OCTUBRE. Telefónica.
De unos años a esta parte, una puta verbena. Multitud de corredores disfrazados de todos los colores menos el blanco y rojo tradicionales. Resulta horroroso. Terrorífico. Dantesco. El tema se las trae. Asusta. Da mucho miedo. Estamos en pleno Halloween. Truco o trato. Que les den por saco.
NOVIEMBRE. Callejón.
Zona sombría. Oscura. Lúgubre. Fúnebre. Se presenta el Día de Todos los Santos. Y a todos ellos hay que encomendarse para que los toros rezagados no se recreen con los mozos mogollón, para que con sus cornamentas no descujeringuen ningún tablón, para que en las escapatorias no se encuentre nadie ningún tapón y para que no se forme ningún montón.
DICIEMBRE. Plaza de Toros.
Época redonda. Monumental. Llena de puentes. Llegan las Navidades. Muy dulces ellas. Reunidos de nuevo en pleno invierno para acabar el festejo. Abrigados hasta los topes para combatir el frio. Lanzando cánticos para entrar en calor. Todos juntos. Toros, cabestros, corredores, pastores, dobladores y hasta los espectadores. Finaliza el encierro. Finaliza el año. Echamos la vista atrás. Repasamos la carrera. Repasamos el año. Hacemos un rápido balance. Como los de Cruz Roja. Como los de la prensa. Lo de siempre. Más de lo mismo. Comedia y drama, epopeya y tragedia, luces y sombras a partes iguales. Cambiamos el chip. Echamos la vista adelante. No queda nada. Ya están aquí. El siguente encierro. El siguiente año.