XVII Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

LOS TOROS NO MIRAN HACIA LA IZQUIERDA

Iñaki Burguete Zoco

Cada año,Jokin abría los ojos con el primer cohete.No importaba que tuviera ochenta y dos años ni que el médico le hubiese prohibido correr;el corazón le latía con la misma fuerza que cuando tenía veinte.
Se vestía de blanco,se anudaba el pañuelo rojo y salía a la calle con paso lento, pero firme.No corría, no. Caminaba hasta la plaza, donde se mezclaba con la marea humana, todos igualados por el mismo rito, el mismo fervor.
Nunca nadie lo empujaba.Era como si los mozos lo reconocieran, como si los toros mismos intuyeran que él ya había corrido suficientes veces.
Ese año, sin embargo, se quedó en casa. Se sentó frente a la televisión, colocó el pañuelo sobre la silla vacía de su esposa,Ane,y esperó.
Cuando sonó el primer cohete, cerró los ojos.
En la pantalla, los toros corrían por Estafeta, pero en su mente, él también corría,joven, riendo,con Ane esperándolo al final, pañuelo en mano.
Cuando llegó el segundo cohete, ya no estaba.
Dicen que murió con una sonrisa,y que esa mañana ningún toro miró hacia la acera izquierda.
Alguien juró haber visto a un mozo de blanco corriendo,con el pañuelo flotando al viento,tomado de la mano de una mujer de ojos brillantes.Nadie pudo explicarlo.  

REY DE REYES

Iñigo Legorburu Arregi

Para los reyes, el tiempo pasa diferente. De hecho, casi un quinquenio no son exactamente cuatro años sino una legislatura al mando. Y como aprendió de pequeño que un gran poder conlleva una gran responsabilidad, sueña con volver en honor de multitudes y que su legado prevalezca.
En la ciudad de las murallas se sintió en casa porque había derribado muchas de ellas para llegar allí. Porque torres más altas había visto caer mientras cabalga en los sueños de lo que fue y sigue siendo actualmente.
En su alfabeto manual, traza una doble V invertida y a continuación, le siguen dos diagonales que forman una X. Por último, una I gigantesca de lado a lado, consuma su carta de amor: MxI.
Le dijeron que no era en Pamplona sino que fue en Iruñea donde fue condecorado bajo majestuoso protocolo cual bufón de la corte como “Guiri del año” mientras la multitud guardaba distancias sobre su séquito de envidias y conjuros de derrocamiento.
El rey de reyes sonríe delante de la tele que retransmite el encierro y enrocado en su casa de Noruega, sonríe mientras prepara su enésima apertura Magnus Carlsen.
 

EL ALMUERZO

íñigo Tirapu Fernández De La Cuesta

“Era un siete de julio cuando lo vi”. Las primeras palabras de la jota suenan en la destartalada radio. Unas nacientes lágrimas empañan sus ojos. “Es la cebolla”-se dice mientras prepara la comida para sus hijas. Los golpes acompasados del cuchillo contra la tabla se parecen sospechosamente al patrón rítmico del bombo de la txaranga. El bullicio de la calle se cuela inmisericorde a través de la ventana abierta en el caluroso día de verano. “Es la cebolla”- se repite. “No estoy llorando. Me bastará con salir a la calle y mezclarme con la gente”. Las voces del otro lado de la ventana se funden inconexamente, creando un lenguaje ininteligible. Parece mentira lo que le ha costado reunir los ingredientes. Con lo fácil que era bajar al súper hace unos años y ahora no encuentra nada. Claro, que los productos locales nada tienen que ver con los que conoció de pequeño. “Lo que sea con tal de seguir la tradición y que mis hijas amen las fiestas como lo hago yo”. No te vayas de Navarra. El estribillo de la jota se le clava como un puñal. Le recuerda que hace tiempo abandonó su tierra. Pero Navarra no se irá de él. 

AGUR SAN FERMÍN

Inma Sánchez Marqués

Aquel último día 14 de Julio comenzaba la cuenta atrás y la mañana se abría soleada.En la hierba acostados nuestros ojos parpadeaban al tiempo que se escuchaban los cohetes del último encierro. En un montón de hojas yacían los sombreros y gafas que se resistían a desaparecer y los programas de fiestas temblaban entre sollozos apoyados al pie de la furgoneta.En el maletero las fajas y pañuelos asomaban vistosos y brillantes como si el tiempo no hubiese pasado.Las litronas recostadas junto a una vieja mesa de camping.Ese final también significaba despedirme de mis viejos amigos de la infancia cuando estudiaba en jesuitinas y como un traslado de mi padre me hizo perderlos y acabar viviendo en Bilbao capital que me gustaba pero me sentía profundamente pamplonés.Conforme se acababa el encierro recorría mentalmente aquellas mañanas de chico detrás de los gigantes y kilikis y como la comparsa nos gana el corazón y siempre permanecer cara vinagre en nuestros pensamientos.Encima del cielo entre las nubes volaban unos globos rojos.Parece que esos también se despiden y apretando el entrecejo me alegre de haber disfrutado tanto estos dias y entone el pobre de mi mientras me estiraba.Agur San Fermín  


XVII Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

EL ÚLTIMO BILLETE

Ignacio Navarro Otano

-“Pero Julia, qué guapa está, ¿ha tocado pelu, verdad? Venga, aquí tiene el suyo y mucha suerte.”

La anciana sonríe mientras coge el boleto.

-“Tú sí que estás guapo todo de blanco; lástima que no esté hoy mi nieta, mira que le digo…”

-“Calle, calle, que lo mismo montamos hoy una fuga y me las llevo a todas a la Plaza del Castillo, que hoy hay buen concierto… Antonia, abra uno, que el año pasado se llevó una trenza, a ver si repite.

-“¡Ay michico, con estos dientes, mejor una botellica de vino…!”

Xabier sigue repartiendo sonrisas y boletos entre las ancianas que los reciben con inmensa gratitud y algún beso “por acordarse todos los años de ellas” también le cae.

Anastasia lo mira con orgullo de abuela. Ahí está su nieto: fiel a su cita, acude cada San Fermín a repartir boletos de la tómbola entre sus amigas de la residencia que desde el día 6 ya le están preguntado cuándo va a venir la alegría de la huerta.

“¡Otro reúna! ¡Venga que cogemos un balón!”

Sonríe sabiendo que el año que viene ella no estará aunque él no lo sabe… Guarda el boleto sin abrir, último bilete para el último viaje.
 

UNA PERLA A SAN FERMÍN

Ignacio Leache Saro

Una perla nació en un río y desde el norte llegó a Pamplona. A orillas del Arga, fue descubierta por un estornino que en su pico la llevó hasta la hornacina de San Fermín. Puede que fuese el viento, el santo o los cánticos, pero la perla cayó al suelo hasta los pies de Tinín. Guardada en su bolsillo, confía en que le de suerte para correr hasta el fin.

Empieza a correr y enfilando el callejón, otra vez la perla se precipitó. Rueda y rueda. Rueda más. Cubierta de albero se esconde tras el vallado, donde una moza se ha apoyado. Tiene un presentimiento y la guarda en su mochila.

Se va a desayunar. Churros con chocolate y a ver al Santo procesionar. Se encuentra con su familia. Mientras esperan, su sobrina al petate echa mano.

Observa la perla. Se pregunta, ¿de quién será? Txistularis y gaiteros comienzan a pasar. ¿De quién será? La japonesa lo sabrá. Le llama y acude. “Las perlas en reinas acostumbran a brillar”.

La europea es muy alta. ¿Cómo la escuchará? Agarrada a sus faldones le llama, ¡Josephamunda, mira abajo ya! Una perla falta en su collar. Es la joya que la niña le va a brindar.
 

MI PRIMER SAN FERMÍN

Ildefonso Gómez Sánchez

Sonó el teléfono. Ion, por cuestiones de trabajo, no podía ir con su cuadrilla al almuercico, por lo tanto, tampoco podía ir yo, pues no conocía a nadie . Al descolgar el teléfono, antes de responder, oí :
¿Qué pasa txiki? Estás listo y preparado para vivir tu primer
San Fermín? – me dijo Ion con voz alegre. – Hemos quedado en el Goal, en la Jarauta. Quedamos en veinte minutos en la esquina de Comedias con San Nicolás.
Todo vestido de blanco, con el fajín rojo y el pañuelo anudado en la muñeca izquierda salí a su encuentro.
Vamos a ir zumbando que no llegamos, iremos acortando camino por Zapatería.-me dijo Ion nada más verme.
Mis sentidos se enfrentaban a un momento nunca vivido. Estaba feliz, la calle Zapatería estaba desierta. Frente las oficinas del Ayuntamiento mi cabeza sintió un estruendo infernal, mis oídos y ojos apenas percibían que había sucedido .
¡Vaya gracia que habéis hecho, cabrones! -dijo Ion alteradísimo, rápidamente vinieron dos miembros de la Cruz Roja, que tenía un puesto de socorro en la Jacoba.
Un aro de hierro cayó sobre mi cabeza. Una ambulancia me trasladó al hospital con un traumatismo craneal. Adormilado en urgencias oí: “Gora San Fermín”.
 

AUPA SAN FERMIN

Iñaki Cárcar Benito

Blanco y pañuelo rojo, alegría, tradición.
Negro y astado, correr nuestra afición.
Cuesta de Santo Domingo vamos con la oración,
San Fermín nuestro patrón que nos de su bendición.
Nervios, periódico, seis toros con pasión.
A las ocho tkupinazo y a correr con convicción,
por las calles de Pamplona guiaremos sin dilación
a la manada a la plaza para su ubicación.
De ayuntamiento a Mercaderes me lanzo a correr
la curva de Mercaderes me hace estremecer
los toros y cabestros resbalan me he de suspender.
En filo Estafeta sin tiempo que perder,
corro pegado al astado como debe ser.
La carrera me hacer fallecer,
Y dejo a otros mozos la carrera emprender.
A Mañueta con la cuadrilla desayunar
para luego del madrugón descansar.
Plaza del Castillo reunión para almorzar
Vamos a la peña a comer, beber y charlar.
Esto son las fiestas de San Fermín.
Viva San Fermín
 


XVII Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

“ESE TIPO CON OJOS DE PAYASO TRISTE”

Ignacio Alcázar Gamarra

Desde que Caravinagre entendió que su ceño no era suyo, empezó a desdibujarlo por las noches, frente al espejo del almacén municipal, como quien borra un garabato ajeno. Era un gesto prestado por generaciones de miedo, moldeado en escayola y risas infantiles que chirrían entre el espanto y la nostalgia. En julio, lo obligaban a existir, a correr con la porra como si fuera rabia lo que lo empujaba, no la música ni los gritos. Pero una noche —la del seis al siete— se escapó. Bajó por la cuesta de Santo Domingo, esquivó a los zaldikos que roncaban en la penumbra, y se coló en una peña donde nadie lo reconoció sin su máscara.

Bailó.

Por primera vez su rictus no era amenaza, sino vértigo. Le llamaban “ese tipo con ojos de payaso triste” y le ofrecían kalimotxo. Al amanecer, volvió con los kilikis al almacén, se colocó la cabeza como quien se rinde al uniforme.

Pero desde entonces, si lo mirás bien, hay un instante —justo antes de que golpee con la porra— en que Caravinagre parpadea. 

HILO ROJO

Ignacio Alli

Lejos quedó el haiku de Bayona, y cómo inició el Camino la joven Chiyo.
La niebla de finales de junio, castigo de Roldán, cuerno en barranco, tropa vencida.
Roncesvalles, sanación, frescor, olor a humedad… petricor insisten en llamarlo.
Un pañuelo, un simple pañuelo.
Un repentino soplo de aire, fuerte, barruntando la tormenta que, cual galerna del Cantábrico, anuncia la llegada de una borrasca.
Y la pinza, ¡oh infiel guardiana! Habían depositado en ti tantas esperanzas, que no fallaras, que la prenda resistiera hasta secarse.
Que las manos ajadas vivieran un chupinazo más, seda planchada al cuello, en la mañana del día 6.
Pero vuelas… brincas, jovial, libre, entre briznas y cañas de la cosecha de julio.
Y lejos del balcón que te vio partir, caes en las aguas del Arga, hacia un peregrinar no pedido, no calculado.
Ella te recoge cuando se refrescaba al llegar a la Casa Paderborn y, ajena al ajetreado jolgorio, prosigue pisando losetas y vieras sobre acero inoxidable.
La fiesta… Hemingway, los toros, el bullicio queda atrás, Santiago aguarda.
Y al llegar a Campus Stellae, el pañuelo es anudado en el cuello del Apóstol.
Y Pamplona llora, y sonríe, por la imagen que la joven mostrará en su Yamaguchi natal. 

LA ESPERA

Ignacio Ardaiz Usoz

La cara trasnochada de Juan parecía querer decirme que huyéramos de la insensatez a la que nuestra bravuconería nos había arrojado de forma irremediable.

– Pero, ¿cómo hemos acabado aquí?

La pregunta quedó sin respuesta.

– ¡Joder Juan!, ¡es la última vez que te hago caso! Si salimos de esta…
– ¡Queréis callaros chavales! – espetó el corredor con camiseta del Inter que no nos quitaba ojo desde nuestra llegada al portal 13 – ¡Nos estáis volviendo locos a todos!

Miré a mi alrededor y comprobé que el resto de la gente aplaudía, en silencio, su intervención.

Ojeé nervioso el reloj, quedaba un minuto.

– Que le den a Juan y a todos los demás – pensé – Soy de Pamplona de Toda la Vida y hoy es el día.

El estallido aceleró mi pulso. Los nervios aumentaron. Se oía un murmullo, un aliento contenido, un estruendo.

Mis músculos se tensaron, el tiempo se detuvo.

Ya llegan, ya están aquí. 

CAYUCO

Ignacio Arraiza Valle

CAYUCO
Un incipiente incendio no había conseguido que se hundiera EL CAYUCO en el que viajaban. Tras estar varios días a la deriva por fin divisó la costa. Sintió que a las dos las esperaban, que las abrigarían, las pondrían bonitas, y podría por fin soñar con su hija en brazos.
Al desembarcar le colocaron protección térmica reflectante. Nunca había estado tan brillante y deslumbrante ni incluso aquel día en el que se casó con su marido en su tribu.
El calor provocó de inmediato el alumbramiento. Lloró, claro que lloró, pero de alegría, cuando se la pusieron delante y reconoció de inmediato en ella a su marido que les esperaba en San Lorenzo, únicas palabras, que tuvo que aprenderse para asegurarse un feliz encuentro.
Tras quince días de descanso y recuperada ya del parto, cogió el tren y, tal como se lo había prometido a su marido, se presentó en Pamplona llevando a su hija.
Se encontraron, y los tres juntos entraron. Ali estaba San Fermin que como les habían dicho era de su mismo color y ante el decidieron llamar a su hija Ainhara inicio de una nueva vida en libertad.
Acto seguido continuaron vendiendo camisetas multicolores, playeras achaloradas y demás productos.
 


XVII Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

PRONÓSTICO RESERVADO

Herminia Dionis Piquero

—Vengo ahora de la UCI del Universitario y el asunto pinta bastante mal, el toro se ha cebado con él.
Mi primo es de San Sebastián de los Reyes, está harto de correr encierros, y estuvo años en una cuadrilla de recortadores.
No había bebido nada. Sólo café y churros esta mañana, es un chaval muy responsable. Cuando desayunábamos mi madre le ha dicho si quería que le echara un chorrico de pacharán al café para templarle las pelotas y el otro le ha dicho que siempre las llevaba entonadas. ¡Lo que nos hemos reído con ellos!
Luego hemos ido a cantar “A San Fermín Pedimos” para pedirle la protección y nos hemos colocado en la cuesta de Santo Domingo, hemos pasado el Ayuntamiento y en la curva de Mercaderes lo ha enganchado por el periódico y lo ha hecho papilla.
Los de Cruz Roja se lo llevaron y hasta ahora que acaba de salir de la operación pero con pronóstico reservado.
Estábamos juntos y ni idea de cómo ha podido pasar, sólo, cuando me han dado sus cosas, he visto que quizá eso haya tenido la culpa.
—¿Qué?
—Llevaba el “Marca” para azuzarles
—Entonces sí se entienden las dos trayectorias…
 

ESGRIMA CONYUGAL

Iago Trias De Bes Soler-lluró

– ¿Qué tal el día? – dije para romper el hielo.
– ¿Cuándo pensabas contármelo? – zas, sin anestesia.
Le respondí con un silencio de asombro.
– Desde hace semanas te comportas de forma críptica. Todo el día hablando por teléfono en el balcón.
Mi silencio no hacía más que alimentar mi presunción de culpa.
– Y ese brillo en tus ojos cuando lees unos mensajes que suenan sin cesar.
– Pero Sara, ¿qué dices?
– ¿Quién es esa ‘Gloria SF’ que te escribe últimamente? ¿Te tengo que recordar que el divorcio de tu hermano empezó con un tal ‘Mariano T’ que resultó ser María Tinder?
– Sara, joder, no es Gloria, es Gora. Y SF es San Fermín! Es un grupo de chat! Sé que te parezco absurdo por dedicar esta ilusión obsesiva a preparar San Fermín, por eso te lo oculté.
– Tienes 48 años. ¿De verdad piensas ir? – sentenció.
– ¡Precisamente! Nos pasamos el año batallando para mantener todo a flote. Y hay cosas que sólo se curan bailando con desconocidos siguiendo una charanga interpretando a la Carrà.

No sé si mi mujer hubiera preferido lo que le dictaba su sospecha, pero del 6 al 9 estaré en Pamplona. 

TXUPINAZING

Idoia Barrondo Etxebeste

Egunsenti newyorktarraren eguzki-printza gorrixkek jai-giroa dakarkiote egunari, edonolakoa ez dela jakingo balute. Izan ere, egundokoa da gaurko eguna itsasoaz bestaldean.
Brooklyn Bridge Parkean, goizeko sei orenak jotzear.
Iruñean, eguerdiko hamabiak iristear.
Bi gazte goiztiar daude belarretan eserita, toalla baten gainean. Zapi gorri bi utzi dituzte arretaz aldamenean; galtza eta kamiseta zuriak daramatzate soinean, jertse gorriak ere, goizeko hotzari aurre egiteko. Aurrez aurre zubi famatua eta Manhattango sky line-a izan arren, telefonoen pantailetan iltzaturik dituzte begiak, munduaren beste muturreko hiri batean. Eder kantuz ari da mosaiko gorria udaletxeko plazan, zapiak gora, festari hasiera emango dion keinuaren zain.
—Ene, bitxia da gero denboraren kontua! Han gertatzen ari dena hemen baino ordu batzuk geroago gertatzea ere! Zera… hemen oraindik gertatu ez dena gertatzen ari da han…
—Ixo! Adi, adi!!
Handik iritsia zaie jaioterriko parranda zalapartatsua. Kohetearen hotsak Brooklyngo antxetak uxatu ditu tupustean.
“Iruindarrok, pamplonesas, pamploneses! Gora San Fermin! ¡Viva San Fermín!”, entzuten da zubiko autoen soinu-furrundaren gainetik.
—Hau emozioa!!
—Begira!! Amaren balkoia!!! Ezin sinetsi! Kartela jarri du! “Amaia eta Iñigo, gozatu eztei-bidaia!”.
Gainzaren Biribilketa jotzen hasi dira txistulariak han. Zapiak elkarri lotu dizkiote eta estu besarkatu dute elkar hemen.
—Gora San Fermin, maitia!
—Gora! Mundura jalgi hadi jaia!
 

ME QUEDO

Idoia Aramendia Lopez De Guereño

ME QUEDO.
Me fui y volví. Volví y me quedé. Viví en el exilio la ausencia sanferminera.
Juré quedarme y lo cumplí. Vivo como niño la fiesta que me enseñaron a disfrutar.
Noto las ausencias y me congratula las presencias. Los recuerdos vuelven en estas fechas y los sentimientos afloran en la hora punta.
No veo, pero imagino. No oigo, pero siento el retumbar del suelo. Me agarran y me dejo llevar.
Sonrío y disfruto. Los años me hacen pequeño y pienso. Pienso en lo que fui, en lo que soy y en lo que seré.
El tiempo pasa. El tiempo vuelve y me envuelve. No hay prisa. No hay hora. Quiero quedarme y me aferro a la idea. Que el mundo pare, que piense y se arregle. Yo me quedo con las horas que desconectan de la tragedia.
Vine para quedarme.

 


XVII Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

EL ASILADO

Gonzalo Prieto Barrera

Soy migrante y por cosas del destino, atraqué el día en que un disparo anunciaba las fiestas de San Fermín.
Todos vestían de blanco con una faja y pañuelo rojo atado al cuello y para no desentonar me presioné con la máxima.- “Al pueblo que llegues haz lo que vieres.”- Toqué mis húmedos bolsillos y no hallando sino migas de pan mezcladas con arenilla del mar, me dispuse a pedir limosnas “pro vestimenta”, y la solidaridad fue tanta, que en una hora era otro más de los miles y atisbando la programación, revivido quise asistir a todo; a las corridas de toros, a los conciertos,…, más sin una moneda para ingresar, pedí limosna “pro entradas”, y con todo lo recaudado fui yendo a los eventos.
Estando coreando el ole…ole…, en la última corrida, unos gendarmes de nacionalidades diferentes me vieron y coordinados comenzaron a perseguirmen.
No lograron cazarme y oculto entre la multitud, oí que el mandamás decía apresuradamente por radio.- …No busquen más, ya lo tenemos. Viste a lo… Papá Noel, solo que su piel es tostada y la barba negra y sucia quizás para despistar…
Al buscar ágilmente las aguas liberadoras, una marea humana me atropelló y borró mis huellas…
 

MIRADAS QUE NO SÓLO MIRAN

Gorka Lizaso Pérez

Las 07:37. Aún no había llegado a la Plaza del Castillo cuando se cruzaron nuestras miradas por primera vez. Esos ojos verdes me habían cegado por completo, pero esa mirada se había perdido entre la multitud.

Miré el reloj para comprobar si me daba tiempo a tomarme algo antes de que comenzara el encierro. Las 07:45. Apuré el café de un sorbo y saqué la cartera para pagar.

– Ay campeón, parece que se te han adelantado… Te invitó una chica de ojos verdes.

Salí corriendo del bar, pero fuera no había nadie. El encierro aún no había comenzado, menos mal. Las 07:58.

Y mientras estaba intentando hacerme un hueco en una de las vallas para ver el espectáculo…

– Hola.

¿Estaba soñando? ¡Era ella! Y de nuevo, su verde mirada.

– Las miradas no sólo miran, también hablan.

¿Cómo?

Al acabar el encierro, todo el mundo había desaparecido. ¿Había sido todo sido un sueño? Las 08:19. De repente, vi que tenía un papel metido en el bolsillo:

«Mis ojos no son verdes, uso lentillas. Como te dije, con la mirada, además de mirar, puedes hablar. Pero también puedes hacer que la primera impresión siempre sea del color que te apetezca». 

UN PARTICULAR ENCIERRO

Gurutze Irisarri Traba

¿Pero qué es todo este jaleo? ¿Qué pasa ahí fuera? ¡Viva San Fermín!, gritan. Gora!, responden otros. Y no paran de cantar, bailar y reírse. Así no hay quien consiga dormirse un poco. He oído antes un ¡pum! y me he asustado un poco pero no parece que haya sido nada grave. Madre mía, cómo se mueve esto al ritmo de la música. Oigo voces de niños que llaman a un tal Caravinagre y Patata. Dicen que hay que seguir a una charanga y correr delante de unos cabezudos. Para cabeza la mía, que casi no tengo sitio. La verdad que entran ganas de mover las piernas. Voy a soltar unas pataditas para que vean que me uno a la fiesta. ¿Y esta comida que entra ahora? Qué rica. Es la primera vez que la pruebo. Bacalao ajoarriero ha pedido ella. Si hoy es siete de julio, ha comenzado la cuenta atrás. Pamplona, prepárate que voy saliendo. El año que viene, aprendo a andar en los sanfermines. Ya queda menos.  

ENCIERRO DE LA MEMORIA

Haziel Scull Suárez

No hay un suceso más impresionante para un cubano que llegar a una ciudad con el mar tan alejado. Eso fue lo primero que impresionó a Rubén cuando, en aquel julio, conoció Pamplona y, mientras caminaba por las calles estrechas y empedradas, se vio rodeado de un gentío rojiblanco. Ese día, rozando la media tarde, reconoció la archiconocida curva de la Estafeta, donde aún se respiraba la excitación de la maratón taurina mañanera.
Sudoroso y tras un par de cervezas en el Bodegón de Sarría, caminó los pocos metros que lo separaban de la plaza de toros de la ciudad. No entró; solo observó, curioso, el monumento a Ernest Hemingway, similar al de La Habana, que había en un extremo. Sonrió y disfrutó entonces la coincidencia efectiva en la similitud de aquellas dos ciudades.
Dobló luego hacia la avenida Roncesvalle y se dirigió con paso firme, como si en aquella ciudad hubiese nacido, hasta el monumento al Encierro. Con la vista fija en el retrato de aquellos corredores anónimos eternizados en bronce, Rubén extrajo de su bolsa un ejemplar de Fiesta y, a la sombra de aquellas esculturas, se recostó para recitar, lleno de felicidad: «Nadie vive su vida plenamente, salvo los toreros».