Completando el cuadro (clasificados del 7º al 10º)
7º clasificado: Campeón – Ernesto Pérez Esteve
Yo debuto este año, pero creo recordar que mis padres decían que a ellos siempre les mandaban ir los primeros.
Y creo que es lo que el tipo este me quiere decir con los varazos que me está dando en el culo. O es que me tiene manía, vaya.
Ah, sí, mira, abren los portones. Yo también me abro. El primero de los doce, por si acaso. Estoy harto de la vara de este energúmeno.
Mira, se vienen todos detrás. Era eso, pues. Parece que hay que seguir a los de blanco.
Vaya, pues corremos más que ellos. Como no se aparten…
Ah, pues sí, algunos se apartan. Y me pegan en el culo, pero esta vez con un rollo que llevan en la mano. Esto no duele.
Pero otros no se apartan. Siguen delante. Yo no quiero pillarlos; ese no es mi curro. Yo soy “mansete”, pero claro, si me obstaculizan…
La cuesta mola, pero ¡vaya curvita acabamos de pasar! Un poco más y me estampo. Algún compañero ha resbalado y se ha llevado a otros por delante.
Se han desperdigado. Llego el primero a la plaza. Voy solo, con los de blanco.
Espero haber despistado al de la vara…
8º clasificado: 8556 horas – Diego Paredes Salmerón
—¡No soporto los Sanfermines! —mascullaba una y otra vez el viejo. A estas alturas de la vida le molestaba todo de las fiestas. Sus famosas 204 horas le resultaban ya tremendamente decepcionantes.
Tantas veces vividas, ahora no aguantaba aglomeraciones, ni músicas repetidas en bucle, ni ruidos, ni olores, ni siquiera las comidas con los amigos. Le parecía absurdo madrugar para tan fugaces encierros y se aburría como una ostra en los toros.
Sus fiestas actualmente comienzan el 15 de julio y terminan justo al mediodía del 6 del mismo mes siguiente. Lo que le gusta es desearlas, esperarlas, idealizarlas, el resto del año. Ahí no cabe decepción posible. Se había percatado que eso resultaba mucho más excitante; los primeros postes del vallado, las calles tiñéndose de blanco y rojo, la expectativa ante ese plato de huevos y magras del almuercico, la cuenta atrás para el Chupinazo, los primeros sones de la Biribilketa, la nerviosa espera oliendo a café antes del encierro, el sol derramado entre cánticos y colores desatados durante un paseíllo de luces en la Monumental… Sus fiestas duran exactamente 8556 horas.
Como se anhela un primer beso, un primer Te Quiero, en el ferviente deseo de su llegada estaba verdaderamente la magia.
9º clasificado: El paso del tiempo – Óscar Cerdán Grande
Faltaban todavía dos meses cuando recibió el golpe. Y tuvo que reconocer que no lo vio venir.
Su mujer, con dulzura, le dijo que debía ir pensando en dejar de correr. Le indicó el motivo con un pequeño gesto: su nieta.
Le hirvió la sangre. Se mordió la lengua. Toda la vida corriendo y jamás un mínimo riesgo. Siempre, todas las veces, con exceso de prudencia.
Tantas veces escuchó con pura envidia, cuando un amigo o conocido, describía las sensaciones al ver el asta del toro cerca del cuerpo. Y nunca lo vivió. Por saber correr.
Pasado el enfado; reflexionó.
Aquella sería su última carrera. Lo tenía decidido.
Se vistió como siempre. Se preparó como siempre. Y corrió con la misma sensatez de siempre. Pero en su última carrera pasaron cosas. Hubo un tumulto que le bloqueó el paso, mientras buscaba escapatoria, sintió un golpe de adrenalina difícil de explicar. Por delante unos metros despejados. Giró la cabeza en un acto reflejo, por puro instinto. Y observó, con pulcra nitidez, la cabeza enorme del toro pegada a su espalda. Y el tiempo se detuvo. Se deleitó escuchando los latidos de su corazón mientras disfrutaba de aquel instante infinito.
10º clasificado: Ausencia – Aitor Iragi Eraul
Siete de julio, San Fermín. La alegría de Iruña contrasta con mi tristeza. Abandonando el casco viejo pamplonés, me aparto de la jarana, del bullicio pamplonés típico de una noche sanferminera para cruzar hasta el barrio de San Juan y, dejo a un lado el pabellón Anaitasuna, para bajar hasta Sanduzelai. Siempre almorzábamos allí, aunque él era de la Rotxapea. El charco que se vislumbra en el suelo da pistas de la tormenta de ayer noche. Unos gaiteros suben en perfecta armonía. Txantreana, ¿cómo estás? saludo a una amiga. Seré la única persona que va en sentido contrario al encierro. Un mozo con pañuelo del muthiko alaiak suelta un irrintzi. Todavía le quedan voz y ganas pese a que su noche no ha terminado. Por fin llego. Estamos todos. Pero sabemos que no. Nos faltas tú. Y hoy, terminamos de cumplir tu encargo, dejar tus cenizas esparcidas en tres lugares importantes para ti. Ya lo hicimos en el campo de Oberena donde jugaste y en la cuesta de Santo Domingo, la Santo Domingo Aldapa que solías decir siempre. Los tarros de bronce que tú mismo hacías y guardabas en la bajera cierran el círculo. Así seguirás almorzando con nosotros cada siete de julio.