2º clasificado: «Un Bloody Mary el 14» de Eva B. Elizalde
Adoro la frescura mañanera de Iruña el 5 de Julio. Nada tiene que ver con la de Barna. Tengo que ir a la Curia, la abuela me espera. Le acompañaré al mercado a hacer la compra sanferminera. Casi nadie de los que estaban, hoy están.
Ella no recuerda… y yo me alegro.
Prepararemos lo de siempre; ajoarriero, magras y las lechezuelas para el 7. Adoro verle sonreír con la mirada perdida cuando revisa sus 53 pañuelos que esconde como tesoros. Vive los Sanfermines con todo el protocolo recurrente con el que cree se debe hacer, aunque ella no recuerde, o a mí me cueste entenderlo…
Siento nostalgia con la frescura mañanera del 14. Me alivia. Acompañaré a la abuela a su cita secreta. Después de La Octava, iremos al Iruña.
La siento nerviosa subiendo la Chapitela. Nos sentamos en la mesa de siempre, pedimos un Bloody Mary y esperamos.
Hoy no llega.
En su mesa, un joven también guiri termina su Bloody Mary. Nos mira con complicidad, sonríe y coloca su pañuelo sobre la mesa. La abuela lo recoge, el 54, recuerda… y yo me alegro.
Ojalá esta noche, en alguna barra de la Navarrería, encuentre un primer pañuelo que no me permita olvidar.
3º Clasificado: «La atracción» de Javier Casado Mayayo
Fue en el 95, después de los fuegos. «Un viaje y a casa», le había advertido su madre, como de costumbre, antes de entrar en las barracas, pese a que siempre terminaban siendo dos o tres. A su edad, el mejor momentico de los Sanfermines estaba en Yanguas y Miranda, y desprendía aromas a gofre y algodón de azúcar.
«¡Pues al saltamontes, que no lo he probado nunca!». Aitor lo había elegido casi sin pensar, como cuando se montó en el Revolution, años después, nada más comer. O el día que se subió a la Barca Vikinga con la pata escayolada. De txiki había pasado una semana entera en vela por culpa de la Casa del Terror, y superó su miedo a las alturas gracias a la Noria. Y aunque aún hoy le van las emociones fuertes y las montañas rusas de sensaciones, jamás ha vuelto a experimentar en un solo segundo tanto pánico, alegría, inquietud, vértigo y euforia a la vez como el que vivió aquella noche de San Fermín, cuando la niña más bonita de Pamplona, con ojos de choque y boca de manzana caramelizada, se acercó dubitativa por el pasillo metálico del insecto de hierro para acabar sentándose a su lado.
En primer lugar, ¡felicidades a los ganadores y al resto de finalistas!
Soy Jesús Gella Yago, autor de «Érase una vez…» (noveno microrrelato seleccionado en el certamen).
He visto que en el post del blog en el que se publica el fallo aparezco como Jesús Gella «Tago». En el acto de lectura también se leyó mi segundo apellido como «Tago» cuando en realidad es «Yago».
Desconozco si hubo un error mío al introducir mis datos en el formulario web del certamen, o si la causa de la equivocación es otra.
¿Sería posible, por favor, subsanar la errata en dicho post del blog y tenerlo en cuenta para futuras menciones?
Asimismo, sería muy importante para mí que mi nombre apareciera correctamente escrito en el libro de bolsillo que según las bases del certamen será publicado para su distribución gratuita.
Espero que sea posible solucionarlo sin demasiadas dificultades.
Muchas gracias por tener en cuenta mi texto como finalista y enhorabiena por esta iniciativa de fomento de la creación literaria.
Quedo en espera de respuesta que me confirme la posibilidad de corregir este desafortunado error y su consideración en las futuras menciones previstas.
Atentamente,
– Jesús Gella Yago –