Archivo por días: 21 de junio de 2012


Completando el cuadro de relatos finalistas 2

Con esta entrega de hoy, completamos la publicación de los diez relatos que han configurado el cuadro de finalistas de la IV edición del Certamen de Microrelatos organizado por este blog.

NOVENO CLASIFICADO
»ÉPIKO», de Ramón Zarragoitia Mezo

Apenas las seis y el sol ya bruñe la bahía de Osaka.
Subamos a la Torre Namba. Penúltima planta. Departamento 1613. Un minúsculo salón. Televisión encendida. Futones verdes. Blu-Ray. «PAUSE».
Saigō Takamori es el último guerrero imperial Japonés. Mientras el resto de su familia duerme, luce de rodillas la indumentaria de las grandes ceremonias: anchos pantalones Hakama; chaqueta Kataginu gris con el blasón de su linaje bordado en oro; brillante Nihontō…
Vemos también una mesa baja de madera lacada. Contiene un periódico concienzudamente enrollado y un pañuelo de seda roja, que el guerrero dobla ahora en diagonal y se anuda sobre la frente. Por último, musita dos extraños mantras acabados en “Fermín”.
«PLAY». En la pantalla aparece gente corriendo. Visten de blanco. Son perseguidos por una manada de búfalos (al menos lo parecen) con los cuernos extraordinariamente puntiagudos. Casi todos hombres; locos occidentales.
Una joven voz interrumpe la solemnidad del momento:
-Padre, ¿estás bien? -Se trata de Yoshio, su único hijo; el heredero de toda la estirpe- ¡Estás llorando!,… nunca antes te vi hacerlo.
El rostro de Saigō Takamori no refleja tristeza, sino orgullo. Sus palabras nos desvelarán el motivo:
-No vamos a desaparecer.
Señalando el televisor, añade:
-Los Samurai aún existen.

DECIMO CLASIFICADO
»LA VISITA», de Abel Azcona Marcos

Atravieso el portal y abro la puerta. Recorro el pasillo y giro a la derecha. Allí está. Frente a mi. Está guapo. Mis amigos nos saben que vengo a verlo. De hecho, me dirían que estoy mal de la cabeza. No le pido nada ni le ofrezco nada. Hoy tiene los ojos brillantes, como si estuviera pensando «Ya falta menos». Mi abuela me acompañaba a visitarlo cuando era pequeño, hace pocos años. Me gusta mirarle, ver su piel morena y su mano, que parece que quiera saludarme. Vibra el móvil en mi bolsillo pero no cojo, no es un lugar para ponerme a hablar por teléfono. Me siento un rato, y pienso en el día siete, estará vestido diferente quizás más elegante aunque a mi me gusta a diario. Más cercano, más sencillo. Me despido de él, le mando un beso y le susurro un «Te veré pronto». Quedan pocos días. Estoy nervioso. Salgo de su casa y miro el móvil, era un amigo. Le llamo.
-¿Porqué no has cogido?
-Estaba ocupado
-¿Con quién estabas?
-Con Fermín
-¿Quién es Fermín?
-Un amigo.