Txupiruña


La verdadera participación ciudadana 1

Ayer fue el último día para poder votar el cartel de las fiestas de San Fermín 2017. Es una de las tradiciones que más me gusta. Y, por supuesto no me refiero a eso de votar el cartel, que es algo que viene de hace muy poco y, en proporción con el censo de Pamplona tampoco mueve a tanta gente. Me refiero a un verdadera símbolo de la participación ciudadana en nuestra ciudad. Porque no creo que haya nadie que no haya comentado con amigas, vecinos, grupos de WhatsApp y compañeros de trabajo lo feos que son este año los carteles finalistas. 

Esta frase debería pasar a formar parte del diccionario sanferminero con capítulo propio. Porque absolutamente todos los años, en el mismo momento en que se eligen los carteles finalistas y se publicitan, pamploneses y pamplonesas nos lanzamos a abrirlos, escudriñarlos, decidir cuál es nuestro preferido y comentar a diestro y siniestro que este año son mucho más feos que los anteriores. O tenemos poca memoria o nos gusta sentir que esta vez también nos hemos superado. Es el viejo “Que hablen de nosotros, aunque sea bien” en versión cartel sanferminero.

Luego, a la larga, una vez elegido, podemos dejar pasar un par de años (tal vez incluso menos) y ni siquiera nos acordaremos de qué cartel ganó. Aunque lo hayamos llevado en pins y camisetas. Como mucho, recordaremos alguno que nos ha llamado la atención aunque no sepamos exactamente por qué: como aquel cartel de Urmeneta, el de los espaguetis, el de la canción de la escalera, el de 1996 que era una mancha que todo el mundo confundió con otra cosa. Y, por supuesto, ese mítico, maravilloso, de 1932, con el Rey Europeo, nuestro Josemiguelerico, tocado con una corona republicana.

Los demás están condenados a pasar al olvido. Pero nosotros los llevaremos orgullosos durante los fiestas en programas, chapas y camisetas. Después los olvideramos y, el año que viene, en el mes de abril, volveremos a quejarnos y a sufrir con lo feos que son este año los carteles finalistas.  

Como si lo estuviera viendo.

 


Faltan 100 días para San Fermín 3

El año avanza, el tiempo corre y, casi sin darnos cuenta hemos recorrido ya 87 días del 2017. Parece mentira. 3 peldaños de la escalera. Un terremoto con el epicentro prácticamente en Pamplona y unos cuantos temblores que no pueden ser otra cosa que los ensayos para el próximo chupinazo, que nos espera ya a la vuelta de la esquina.

Porque si, faltan solo 100 días para que comiencen los sanfermines.

¡100 días, pero menudos días!

El cuarto escalón la semana que viene; el quinto, el sexto, ese en el que los nervios empiezan a aflorar inevitablemente porque lo vemos ya al alcance de la mano… La elección del cartel. El debate sobre si este año hemos acertado o vuelve a ser polémico… Es decir, un horror que no le gusta a nadie. O a muy pocos. Descubriremos quien tirará el cohete. Que no nos cabe la ropa blanca del año pasado. Que no sabemos donde está nuestro pañuelo rojo favorito. Que la faja ha desteñido un poco. Que no nos da tiempo de preparar el ajoarriero. Que la semana anterior, en el trabajo, querremos cerrarlo todo y de nuevo nos parecerá que se acerca el fin del mundo. Que no hemos reservado el sitio para el almuerzo. Que algunos amenazarán con que se van a Salou y nosotros les miraremos con gesto de lástima. Que se pone el vallado y no podemos dejar de ir a verlo…

Menudos 100 días.

Comienza la cuenta atrás.

Foto: Mikel Goñi Leoz; Montaje: sanfermin.com


Castas 3

Esta tarde mi hija me ha preguntado qué quería decir, exactamente, casta.

―Se llama castas a las personas que viven mucho los sanfermines ―le he explicado, contenta de que me hiciera esa pregunta ―. Por ejemplo el abuelo era un casta. De esas personas a las que le volvía loco todo lo de Pamplona, desde celebrar la escalera sanferminera, hasta tener todas las esculturas de las fuentes de Pamplona. O leerse cada uno de los libros sobre Pamplona que se publiquen en el mundo mundial.

Pensaba en la librería de la entrada de casa de mis padres. Una auténtica joya del castismo pamplonés.

―Los castas, como los bilbaínos ―continué ―pueden nacer en cualquier parte. Pero prácticamente todos los que he conocido en mi vida han nacido siempre en el casco viejo. Lo mismo que tú. Yo no, porque el abuelo se fue a vivir a otro barrio y yo nací en la Milagrosa, así que nunca podré ser una casta de libro. Pero tú podrás recoger la herencia del abuelo. Y, además, como en este asunto hay pocas chicas, podrás ser una precursora del castismo feminista de Pamplona.

Yo me reí, pero ella me miraba con gesto de no estarme entendiendo. Aún así no iba a dejarlo: me gusta responder todas las dudas de mis hijos y tratar de abrirles el mundo. Y también me gusta hablar de temas pamploneses, así que estaba disfrutando mucho con la conversación.

Recordaba también un chiste tonto que dice que el que es el más casta en San Fermín, también suele ser el más casto durante los otros 356 días del año. Pero eso no quería ponerme a explicárselo a mi hija.

―Entonces, ¿lo has entendido?

No me quedaba claro. Mi hija es lista. Muy lista. Pero parecía estar un poco desubicada con mis explicaciones.

―No lo sé… ―dijo, al fin ―. Me esto leyendo un libro que se titula La selección, y América Singer, la protagonista, es de la casta 5. Por eso te preguntaba. Pensaba que hablaban de diferentes grupos que se reparten por clases sociales. Y quería saber si era verdad que esa palabra existe en la vida normal.

Pensé: espero que te haya quedado claro que sí, los castas existen en la vida normal. O, al menos, en San Fermín; que muy normal puede que no sea, pero es el momento que todos andamos siempre esperando.

 

 

 


Literatura sanferminera 2

hemingway-y-lit-sanferminera

En la plaza del Castillo se inauguró el viernes una exposición (a propósito, para todo el que le interese verla, estará instalada allí hasta el 8 de enero) para homenajear a Hemingway y, más concretamente que hace 90 años que se publicó su novela Fiesta. Fue el 22 de octubre de 1926 y Fiesta se tituló entonces The sun also rises.

Hay mucho que hablar sobre Hemingway. La mayoría bastante poco original, a estas alturas, así que no voy a gastar tinta. Solo decir que todo el mundo sabe que los escritores son seres de mal vivir y el autor de Fiesta era un escritor soberbio. Pero, dicho esto hay que señalar que, últimamente, en Navarra los escritores crecemos como setas y, además, publicamos como una especie de plaga. Era cuestión de tiempo que alguien se fijara que la Literatura Sanferminera  empieza a ser ya una categoría con mucho peso.

Porque en esta temática es una evidencia que Hemingway es dios. Pero hay muchas otras novelas que merecen una mención.

Recuerdo, perfectamente cuando leí Un extraño lugar para morir, de Alejandro Pedregosa. Y me quedé impresionada al ver que un gaditano había podido expresar con tanto acierto la idiosincrasia pamplonesa.

También os recomiendo El asesinato de caravinagre, de Miguel Izu. Plaza del Castillo, de Rafael García Serrano (que tengo que reconocer que no he leído, pero el viernes me hablaron tan bien de ella que ya la he encargado) pero me han contado que podría considerarse la novela de las vísperas. El amor y el odio, el dolor y la alegría de aquellos que se lanzaron a sus últimos sanfermines. Los Cuentos Sanfermineros de Patxi Irurzun, que son maravillosos, iconoclastas, rompedores y, a la vez, muy muy tiernos. Y también varios libros ingleses e incluso uno noruego del que no apunté el nombre cuando me lo nombraron porque no tenía la libreta a mano (controlo perfectamente el noruego; o el bokmal, que es la forma de escribir que se les enseña a los extranjeros que quieren aprender noruego… Una nota de culturilla general que seguro te va a interesar). Hay también muchos libros sobre las peñas, los toros, el encierro… pero eso no lo consideraremos literatura sanferminera porque no es ficción. También existen algunos libros en los que sale San Fermín. En primer lugar, por méritos propios El barrio maldito, de Félix de Urabayen. El choque entre la cultura rural y la urbana en Navarra en una sociedad en pleno cambio de era. Además, si en Fiesta vemos como Hemingway retrata los sanfermines con la mirada del visitante, Urabayen plasma desde dentro su fascinación por los de casa.

También, por barrer para casa nombraré que hay interesantes notas sanfermineras en Orán ya no te quiere de Carlos Erice y en El próximo funeral será el tuyo, de Estela Chocarro. Y en muchas otras, pero estas dos me saltan sin tener que ponerme a pensar porque son dos estupendas novelas de las que he disfrutado inmensamente.

Conclusión: la literatura sanferminera tiene mucho futuro y hay muchas cosas que se aprenden en una noche en Pamplona, en una peña, hablando de la vida, de San Fermín y, también de literatura.

Porque la literatura puede encontrar en cualquier lugar y a cualquier hora.

Espero que os pase lo mismo y que cuando leáis esto, sea la hora que sea y estéis donde estéis, corráis a una librería a comprar todos esos maravillosos libros sanfermineros que os acabo de recomendar.

Porque todos necesitamos nuestros cinco minutos de San Fermín al día. O nuestras trescientas páginas, lo que mejor nos venga en cada momento.

 


Campañas de sensibilización para la sociedad y la manada

En este blog se viven los sanfermines durante todo el año. Los sentimos un estapio lúdico, festivo y, también emocional. Pero, desafortunadamente, no es eso lo que ha trascendido este año en los medios de comunicación.

El Ayuntamiento de Pamplona ha desarrollado una campaña de sensibilización “Por unas fiestas libres de agresiones sexistas”. Somos una sociedad sensibilizada y estas actuaciones reciben un importante apoyo social en nuestra ciudad. Pero esta campaña y esta movilización ha quedado empañada por una agresión sexual especialmente grave y también, por qué no decirlo, tristemente mediática.

La noche del 6 al 7 de julio, cinco hombres que habían venido a pasar unos días a Pamplona por San Fermín agredieron sexualmente a una chica de 18 años en un portal de la calle Paulino Caballero. El debate está servido. Ella iba sola, tal vez besó a uno de ellos, no se defendió con uñas y dientes… El viejo argumento machirulo que dice que lo que nos ocurre siempre será culpa nuestra. El hecho, frio, duro, terrible, sobrecogedor, inaceptable… es que cinco hombres adultos (y dos de ellos dedicados a profesiones que se supone que se encargan de defendernos y cuidarnos) y su superioridad tanto numérica como física atacaron salvajemente a una mujer, casi una niña de dieciocho años, la grabaron en video, lo compartieron con sus amigos por WhatsApp, como si se tratara de un trofeo de caza y le quitaron el móvil para que no pudiera pedir auxilio.

No puedo entender cómo alguien (ni siquiera los abogados defensores de los detenidos) pueden dudar de la gravedad de lo ocurrido, burundanga mediante o no.

La joven a la que le ocurrió es una víctima inocente a la que hay que defender pero, en este caso, tampoco los sanfermines se merecen esto. Nuestra ciudad ha actuado de manera modélica, saliendo a responder desde el primer momento, deteniendo a esa manada en la Plaza de Toros durante el mismo encierro, investigando el caso, apoyando a la víctima. El resto ya es asunto de la justicia que decidirá la pena y la condena que requiere la actuación de estos cinco hombres.

Ahora, a los demás, nos queda analizar el asunto y tratar de decidir qué medidas pueden hacer que esto no vuelva a ocurrir.

Tenemos que recordar qué fiestas queremos, cuales son las imágenes que nos gustaría que salieran al exterior, qué visitantes buscamos… E iniciar una campaña para ir a por ellos y ahuyentar los que nos lo están impidiendo.

Yo, entretanto, quiero decir que me siento profundamente orgullosa de esta gran ciudad que se lanzó a la calle vestida de blanco y rojo para condenar con todas sus fuerzas y sus voces esta terrible agresión. Pamplona aspira a ser una ciudad libre de agresiones sexistas y, mientras las haya, lucharemos contra ellas con todas las herramientas que como sociedad avanzada, civilizada y reflexiva, tenemos a nuestra disposición.