PUÑETEROS SENTIMIENTOS
Mª Teresa Arcón Romeu
María se disponía a llamar a la puerta, cuando Albertico la abrió.
-Ya es la hora. ¿No irás a correr en pijama?
-Mamá. Hoy no voy a correr. Tengo el corazón dividido. Fuertes sentimientos me lo parten en dos. Hoy tengo un desayuno especial.
-¿Cómo es eso?
-Ya te contaré. Tengo una sorpresa para ti. Ahora no me preguntes nada.
A María se le alargó muchísimo la mañana, pues Albertico aprovechó su desayuno endulzándolo de deseos, y volvió pasadas las tres de la tarde.
-¿Qué…? -preguntó María sin pronunciar palabra.
-Ayer por fin le robé un beso que me supo a gloría, pero también a poco. -dijo Albertico a botepronto.
-¡¿A quién le robaste un beso?!
-A Angelines, mi novia.
-¿Cómo?
-Sí. Estoy enamorado. Me dio un beso de amor, pero muy seria, me dijo: este puede ser el primero de muchos si me prometes no correr más el encierro, si no será el primero y el último.
-O sea ¿Qué a Angelines sí y a tu madre no?
– No te enfades mamá, cada cosa a su tiempo. todo se andará, porque correr, correré. Eso no lo dejo. Y Angelines lo sabe.
Recuerda como te fue la promesa de papá.
SI EL TORO SUPIESE…
Mª Teresa Casanoves Cuenca
SI EL TORO SUPIESE…
Vestido de blanco, pañuelo rojo al cuello, como manda la tradición. Apoyado en las maderas del encierro. Me asomo para ver si llegan los toros. A mi alrededor hay cientos de personas, riendo, gritando -se nota que algunos han tomado alguna copa de más- “que salgan”. De lejos puedo observar a los valientes que muy seguros, se han metido ya, para correr delante de los toros. Oigo la señal, los toros ya están dentro, corriendo. Yo como cada año, todavía indeciso, doy un salto y me introduzco en el encierro. Noto los toros que están cada vez más cerca. Algún corredor cae, a mi lado, pero vuelve a levantarse. Yo corro sin freno. De repente, me parece sentir el resoplar de un toro bravo que ha quedado a mi altura, incluso noto la humedad de su baba sobre mi hombro. Me asusto, y salto a protegerme detrás de la barrera. Por muy poco las astas del animal no me han alcanzado. Me cuesta mucho respirar. Observo a algunos aguerridos corredores, intentando llegar a la plaza. Si los toros supiesen que esta tarde hay corrida, nunca hubiesen empezado a correr, hacia su inevitable destino, acabar vencidos y muertos sobre la arena.
IRÍA CONTIGO AL FIN DEL MUNDO
Macarena Romero Márquez
Llevo demasiado tiempo dando vueltas en el lugar al que me llevaste, he intentado salir muchas veces sin éxito, aquí me abandonaste con miles de promesas incumplidas… dime, cómo se sale del abismo? Cómo se sale del fin del mundo?
Los días pares me empeño en olvidarte y los impares olvido empeñarme…así estamos, tú tan a lo tuyo y yo tan a lo nuestro.
He desaprendido todo lo que sabía para poder empezar de cero, pero tu recuerdo está hecho de acero inolvidable, lo nuestro es amor inoxidable.
Así que, quizá un día pasarás a ser nada, aunque resulta que nada es para siempre!
LOS SONIDOS DE SAN FERMÍN
Magali García Oliva
Un cántico a la protección de voces unidas suena en una plegaria. Mis latidos estallan con la misma intensidad que el cohete anunciando el comienzo del encierro. Los cencerros se escuchan cadenciosos pero nerviosos con el abrir de la puerta. Y entre las primeras galopadas de pezuñas, que chocan contra el asfalto, se oye el aliento de los corredores iniciales. Una algarabía comienza sin tregua; silbidos, el jaleo del público en vallas y balcones, gritos en la calle acompasados del imperturbable tintineo de los badajos y la voz de arreo de un pastor que sobresale serena. La calle suena, San Fermín sueña entre carreras de hombres y toros. Y la ovación llega y los aplausos retumban en una plaza risueña. Repica la fiesta, mientras los astados emergen en su silencio, tal vez, recordando las vibraciones del encierro, tal vez, escuchando su propio resuello que se volverá embestida en el ruedo esta tarde. Atrás quedarán carreras para dar paso a los olés y los pasodobles. El sonido de cientos de almas se cambiará por la voz del torero y el acompasar de toros y cabestros, resonando en adoquines, se tornará en soledad y bravura en la arena.
LA VOZ DE LAS CALLES
Maialen Herrero Rípodas
Del mismo modo que Marianela fue los ojos de Pablo en la célebre novela de Galdós, el niño le preguntó a su lazarillo:
—Abuelo, ¿qué es eso que escucho a la distancia?
—Eso, Eneko, es el bullicio de la calle Estafeta tras un brindis verbenero; es la potencia del rey trombón entremezclada con la reina trompeta en las peñas de la capital navarra; son los txistularis, gaiteros y tamborileros acompañando con armonía el danzar de los gigantes; es el fervor ciudadano al gritar «¡Viva San Fermín!» un 6 de julio frente al Ayuntamiento; son las distintas lenguas y dialectos del planeta uniéndose en una misma ciudad; es el impacto de los pies contra el suelo al correr y los mugidos de los toros en el encierro; son las canciones de los grandes artistas que nos deleitan con sus conciertos; es el estruendo de los fuegos artificiales iluminando el cielo nocturno que cubre nuestra muralla; es la euforia de los amigos, vistiendo de blanco y rojo, envueltos en un abrazo tras un año sin verse.
»Eso, Eneko, es aquello que Hemingway quiso dar a conocer al mundo entero, es la voz de las calles. Escuchas a los pamploneses y pamplonesas celebrando su bello San Fermín.