Archivo por días: 13 de junio de 2008


Crisis creativa 8

¿Dónde ha quedado la creatividad que nos caracterizaba en sanfermines? ¿Por qué vemos a las nuevas generaciones como acémilas aboronadas desprovistas del menor sentido del humor, y cada vez más primitivas? ¿Es una involución? ¿Estamos legando correctamente lo que heredamos? ¿Por qué no entendemos las nuevas manifestaciones de sanfermineidad, concluyendo que no lo son?

Los sanfermines, como ente vivo, evolucionan. Por lo tanto, cabría pensar: ¿y qué coño pensarán los de la generación anterior a la nuestra de cómo nosotros estamos interpretando los sanfermines? Venga, vamos a darle un poco a la autocrítica, que al fin y al cabo pasaremos a la historia como la generación que se cargó el riau-riau, así que algo estaremos haciendo mal también ¿no?

El tema da para un ensayo sociológico en toda regla, así que me centraré en un aspecto concreto: creo que estamos perdiendo ese puntito gamberro-faltón de antes, y la creatividad está por los suelos. Vamos con ejemplos, todos ellos localizados en la corrida, que están muy claros.

El día 14, en la plaza de toros, se produce un fenómeno impresionante: la solanera se resiste a abandonar el tendido al acabar la feria, y comienza un recital de canciones interpretadas por las charangas de las peñas que se bailan al unísono por espacio de más de media hora… ¿soy el único que se ha dado cuenta de que esto ya no es así? Ahora cada peña va a su bola, la gente desaparece poco a poco y sólo es común ya el san-fer-mín-san-fer-mín.

No se renuevan las canciones. Los autores de La chica yé-yé, el Rey y Lau teillatu deberían estar ya forrados con los derechos de autor por las veces que se cantan en sanfermines. Ningún tema toma el testigo. ¿Qué pasa? ¿Que vienen de las profundidades de la historia pamplonesa y por eso nadie se atreve a meter mano? ¿O es que es más cómodo no tener que ampliar repertorios?

¿Dónde está ese punto gamberro faltón pero divertido, de meter un poco el dedo al ojo, del que éramos maestros? ¿Cuánto hace que no cantamos a un torero sus vergüenzas públicas? (Léase «qué buena está Lolíita, Lolíita, Lolíita, que buena está Lolíita, Lolíita qué buena estáaaa…»).

¿Y dónde está nuestra fina ironía y nuestra capacidad para la rima hiriente, a la hora de sacar los colores a los mandamases de la ciudad? Ahora resulta que para improperiar a la alcaldesa, todo lo que somos capaces de ingeniar es un estruendoso «hija de puta, hija de puta». Qué clarividencia, qué juego de palabras…, qué inteligencia.

Si nuestros abuelos levantasen la cabeza, ellos que nos dejaron para siempre los himnos de las peñas y tantas otras jotas y coplillas que todos conocemos, seguro que pensarían: «estos jodidos no saben disfrutar de los sanfermines»…