Venía dispuesto a comentar la carta que leí ayer en el Noticias escrita por el mozo al que un miura casi despacha. Estremece pensar en ese abismo de soledad e impotencia del que habla que sintió. Lástima que el resto del artículo sea una glosa de sus adscripciones político-sociales que poco importan. Felicidades por su recuperación.
Así que cambio de tercio, y narro una anécdota de hace unos años: a un familiar le tocó organizar la clásica «emplumada» de recibir en Sanfermines a colegas de trabajo de otras comunidades (ya no me atrevo a poner «provincias» no vaya a ser que se me acuse de facha), cónyuges incluídos/as.
En el basto programa que les preparó figuraba lógicamente acudir a presenciar una corrida de toros. Los esfuerzos para conseguir 14 localidades de sombra dieron su fruto, y allí se presentaron los 7 matrimonios, 6 de ellos expectantes, y supongo que bien aleccionados sobre lo que les esperaba. Había temor por las posibles reacciones de los colegas andaluces, tan puretas ellos, o de los madrileños, tan grandes.
Y efectivamente, los temores eran fundados. Erraron en la diana, pero mediado el tercer toro, sin siquiera haber probado bocado todavía, el matrimonio salmantino decidió abandonar la plaza cortésmente, sin estridencias, pero afirmando que aquéllo era inadmisible, una falta de respeto asestada en todo lo alto de la tauromaquia, un vil bajonazo atravesado en la dignidad de la fiesta nacional.
Los demás se lo pasaron de puta madre, hablando en plata. Para ellos era inimaginable lo que vivieron. Habían leído, escuchado y visto. Pero no habían vivido.
Los grandes y los puretas fueron los que más disfrutaron, ya que se dejaron arrastrar por el ambiente reinante, dando rienda suelta a su alma festiva, constreñida en el caparazón que, año a año, capa a capa, se había ido formando en glamourosas presencias en otras grandes ferias encorsetadas por el silencio, la corrección y el protocolo.
Los anfitriones, sacados literalmente a hombros por los invitados, no podían reprimir la sensación de orgullo que te invade (tras superar los temores a que algo falle o a que no sepan o no puedan comprender estas fiestas) cuando consigues que un foráneo se zambulla de lleno en el ambiente.
Sin lugar a dudas, esa sensación es uno de los momenticos de las fiestas, que no siempre tienen por qué ser un concepto temporal.
Yo tambien traje a un gran amigo,crítico taurino durante una epoca en el periodico de su ciudad.La invitacion era obligada.Venian los Victorino a Pamplona.Comida en el Martintxo y dos tendidos de sombra.Pues resulta que el experto taurofilo se pego toda la corrida mirando a la solanera.Al acabar le pregunte que tal la corrida,que habia sido un fiasco, y me dijo:»No se,pero el año que viene me llevas a sol».
Es peligroso eso de llevar a alguien por primera vez a los toros, porque no sabes como puede reaccionar en el tendido de sol. Si bien las veces que he llevado a gente ha salido bien. Una de ellas lleve a una amiga canadiense y la pobre no pudo ni mirar al ruedo, eso si todavia recuerda el pedo que se engancho.
Así es. Yo este año tenía el comrpomiso con unos amigos portugueses y estaba acojonado por partida doble: les había hablado tanto de nuestros sanfermines que me estaba dando miedo que luego a ellos no les supiesen a nada, y luego lo que dice Unai, a ver si lo de la plaza les va a parecer lamentable…
A pesar de ello, tenía una ilusión terrible por enseñarles todo.
Finalmente no pudieron venir.
Por cierto Pamplonudo, nos has dejado a mitad de la historia. ¿Le llevaste al año siguiente a sol?
Lo lleve…El dia anterior aparecio por casa a las 9 de la mañana porque se habia quedado con sus amiguetes catalanes.Aparecio a las dos a comer con una resca del patin y tras la sobremesa,justico de fuerzas vino a la andanada.Resaca del cuatro + calorina sofocante + sudores frios + irse por la pata abajo por salir a la noche sin jersey = DESASTRE.Saliendo por el callejon ,su cara era un poema.Y de ahi a la piltra a las diez de la noche.Resultó que le gustó mas ver el ambiente de sol sentado en sombra que vivirlo en carne propia.Aseguro que volvería pero…
Pues a mí sí me interesaron las opiniones del mozo herido en el callejón, gustándome la mayor parte de ellas. Y me ha encantado su parafraseo de «Las normas de la casa de la sidra».
Yo creo que ,dada la gravedad de su cornada,todos le hemos cogido cierto aprecio,y nos alegramos de su recuperación.Sin embargo ,si quieres hacer un análisis de la situación del mundo te escribes una carta la director y santas pascuas.Lo siento,pero me parece que el 80 por ciento del artículo esta fuera de lugar, y mucha parafernalia(príncipes de Iruña,reyes de Nafarroa,siempre republicanos).¿Un poco de autobombo?.Dice que no es de los que busca la cámara.Que llega ,corre y se va. Pero en cuanto ha podido ha salido en todos lados.¿Apostamos a que acercándose las Fiestas del año que viene lo volvemos a ver en prensa?
Yo creo que cuando uno ha visto la muerte tan cerca se siente en el derecho y la obligación de cantar las verdades que considere oportunas. Pienso que por ahí van los tiros…
Cuando esto lo ha hecho cierto corredor que quedó como un alfiletero en el callejón, aprovechar su protagonismo en el encierro para erigirse en tertuliano, nos hemos hinchado a ponerlo a parir. Está claro que cualquiera está en su derecho de opinar públicamente sobre la situación del mundo, y si consigue que alguien se lo publique, pues mejor para él. Lo que no entiendo es por qué tiene este hombre que comunicarnos su perfil socio-político a los demás, cuando nos trae sin cuidado.
Sinceramente, a juzgar por el artículo de marras, parece que este señor tenía y tiene «una buena pedrada» en la testa.
Lo cortés no quita lo caliente…