X Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín
LA CORNADA
óscar Palazón Ferré
Y entonces suena el teléfono, a deshora, demasiado pronto para que sea Ángel diciéndome
–Estoy bien, mamá.
El encierro no ha finalizado todavía. Lo veo en la tele. La manada aún no ha llegado a la plaza. ¿Quién llamará? ¿Quién habrá tecleado el número de casa con tal brusquedad? Los timbrazos retumban en el comedor con un volumen inusualmente alto, y eso no puede significar nada bueno.
Tan pronto como descuelgo, una voz que no reconozco me hace la pregunta fatídica, pero no digo nada. Alargo el silencio a posta. Postergo la respuesta porque sé que seguiré a salvo en tanto que permanezca callada. Soy consciente de que, en cuanto conteste, ya no habrá vuelta atrás.
–Sí, soy su madre –balbuceo cuando la voz insiste.
Y acto seguido me explica que a Ángel lo ha detenido la policía
–Acusado de haber participado en una violación múltiple.
Y aunque la voz continúa hablando, ya no entiendo nada. Las palabras suenan lejanas, extranjeras, imposibles de traducir. Herida de muerte, pues, el auricular se me cae al suelo y yo me derrumbo en el sofá, resollando en busca del aire que se me escapa de los pulmones, como si una asta de toro me los hubiese perforado
¡MIRA PARA ATRÁS!
Michael Mcgrath
Cada vez más alto, el globo deja abajo la cara llorosa de un niño contrariado y las expresiones incrédulas y resignadas de sus padres, cegados por la intensa luz. Libre. Así se sentía bañándose en su euforia. Como ese globo perdiéndose en el cielo multicolor. El chupinazo fue la llave que abrió la puerta a un torbellino de sentimientos confusos, de coreografías locas y de caretas sonrientes. Por la noche, tomó parte en una danza macabra bajo la lluvia anaranjada y plateada de los fuegos, compartiendo una alegría desatada y la libertad plena con…¿con quién?
«A San Fermín pedimos por ser nuestro patrón, nos guíe en el encierro dándonos su bendición.» La cuesta de Santo Domingo estaba petada. De repente el miedo le invadió todo el cuerpo. Tenía nauseas. ¿Con quién se había cruzado la noche anterior? Tantas caretas – un gigante, Caravinagre, una musa, una churrera, una bailarina, una diosa…Había miles y miles de corredores. No había escapatoria. El último cohete partió el cielo plomizo. A cámara lenta, miró para atrás y vio a una manada masiva de mujeres iracundas, todas con la mirada clavada en él. Subían la cuesta lanzadas y él se quedó clavado donde estaba sin saber qué hacer.
TODO PASA TAN DE PRISA…
Rosa Mª García Barja
El pañuelo rojo, tamiz de sueños, guarda la huella indeleble, el instante sublime, justo antes de que el tiempo se detenga frente a la hornacina.
El amanecer va hiriendo de luz el borde de la calle, como vuelo sin alas que acaricia la suerte, se alza la voz de los muchachos en un canto desde las vísceras, para ahuyentar el negro augurio.
Marco sepia para las palabras que enmudecen cuando el testigo traza una cruz entre el sol y la sombra de la valentía.
Laten al unísono el hombre y la fiera, se miden, se entregan, se funden el sudor, el roce, el miedo…
Humilla el toro y te encumbra al arco iris que atraviesa un cielo pintado con tiza.
Cosido a las entrañas el grito, el cauce de la sangre no encuentra razón. Todo pasa tan de prisa…
La plaza es un abrazo redondo dónde se reconocen el indulto y la gloria. Puerta grande, tu sonrisa, cuando en la soledad de tu alcoba brindas por la vida un año más.